Si pienso en las cosas invaluables, en esas presencias necesarias mediante las que la escuela generaba comunidad antes del COVID, pienso en los esfuerzos por desplegar políticas de cuidado. Aquellas comenzaron hace años de manera artesanal, por demanda espontánea, para que educar implique, además de enseñar contenidos, sanar desigualdades en el acceso real y la distribución de los cuidados.
¿Te habías puesto a pensar en la idea desigualdad en el acceso o en la calidad de los cuidados? ¿Tenías en cuenta que también hay política en la manera en que cuidamos a las infancias y adolescencias? La escuela, se levanta una vez más, con sus esfuerzos invaluables como una institución territorial de cercanía necesaria para la distribución del cuidado.
Bolsones de alimentos, cuadernillos de actividades, a veces impresos por los/as/es docentes, palabras de aliento de profes por WhatsApp, contacto a la distancia, cercanías que cuidan. Ese cuidado que comienza con un “¿cómo estas hoy?” y que incidía positivamente, en tiempos de presencialidad, en la detección de situaciones de violencia de género y de abuso sexual infantil.
Tal como lo estableció la Dirección General de Cultura y Educación en su documento “Políticas de cuidado en la educación secundaria” (2019): “las políticas de cuidado se vuelven fundamentales y guardan íntima relación con el paradigma de prevención inespecífica”, es decir, con “instalar una mirada de cuidado que permita visualizar las situaciones de sufrimiento y de vulnerabilidad de las y los estudiantes”.
Esta mirada de cuidado, como enfoque transversal de acompañamiento de trayectorias de vida, es según la siento y transito, un aporte de la escuela cuya vigencia sigue firme en épocas de excepcionalidad. Y nos hago dos preguntas: ¿qué valor real le asignábamos a las políticas de cuidado antes del COVID? ¿Por qué? Una más: ¿qué lugar le vamos a otorgar a las políticas de cuidado en la escuela cuando retornemos a la presencialidad? Cada uno/a/e, en la docencia nuestra de cada día, ¿qué lugar le daremos al cuidado tras el COVID? Quienes piensan y despliegan políticas públicas, ¿qué lugar le darán al cuidado en la escuela pos-COVID?.
Si pienso en las cosas invaluables, en esas presencias necesarias de la escuela, pienso en una ética del cuidado que implique otorgar valor a la experiencia emocional singular de estudiantes y docentes. Y que este valor resulte central a la hora de pensar políticas públicas desde la interseccionalidad. Con el firme propósito de trabajar sobre las múltiples desigualdades presentes en los territorios.
Nicolás Pontaquarto – Profesor de Lengua y Literatura en Educación Secundaria