Los que creemos en la democracia esperamos con ansias las próximas elecciones. Luego de la banda de saqueadores que ocupó el poder ejecutivo durante los últimos 4 años, no queda más que reconstruir un modelo de trabajo, producción industrial y soberanía.
Después de la timba genocida, viene la apuesta de siempre de los gobiernos populares: el esfuerzo común por crear y transformar la vida de todos. Por eso, más que nunca debemos organizar las fuerzas de todo aquel ser humano que esté de este lado de la vida. De este lado tenemos ideas y proyectos de ley para seguir fortaleciendo la democracia con normativas que beneficien la educación, la salud pública, el aparato productivo y los derechos con equidad. Del otro lado, están los que endeudaron por varias generaciones y cerraron 25.000 PyMes. Están los que favorecieron a los amigos y esquivaron los mandatos populares.
La base sagrada de la convivencia es cumplir la palabra empeñada en la campaña electoral. Si un gobierno no cumple su promesa y, es más, gira 180 grados mintiendo descaradamente, merece el desprecio y todo el peso posterior de la ley.
¿La ley? ¿La ley custodiada por el poder judicial?
El peor talón de Aquiles de esta democracia es el tercer poder del estado que feudaliza su accionar a favor de los poderes concentrados, dejándonos sin margen para la ilusión de futuro. Nuestro papel ciudadano está maduro: vamos disciplinadamente a las urnas cada dos años y el sistema electoral funciona de manera aceitada e impecable. Pero ¿el resto de los engranajes de la convivencia? ¿20 años para decretar la quiebra de un concesionario como el correo que no pagó sus cánones adeudados?
Poder, elecciones, modelos y democracias. Favoritismos y cloacas judiciales. Pobreza e ilusión de poder sostener un gobierno progresista durante 30 años. No hay futuro digno sin largo plazo.
El largo plazo es lo único que puede consolidar una nueva cultura industrial, científico tecnológica con inclusión para todos.
Seguimos pensando.-