¿Cómo se construye un futuro? ¿Qué tiene que pasarnos como sociedad para que mañana sea mejor que ayer y hoy?
Las alternancias del poder tienen un marketing positivo, muchos ciudadanos creen que es bueno, yo no estoy tan seguro, pues los líderes excepcionales podrían hacer felices a su pueblo por varios mandatos sucesivos. Pero como fuere ¿cómo lograr consensos elementales mientras estamos gobernados por representantes de distinto signo político que se alternan en el tiempo? ¿Cómo acordar ciertos caminos mínimos que todos debemos proteger sea cual fuere la fuerza que gobierne?
Los países nórdicos, (en algún espejo hay que poder inspirarse) ya no debaten el estado de bienestar, ese maravilloso aparato estatal que provee salud, educación y acceso cultural gratuito y de calidad para todos sus habitantes. Ya nadie objeta el porqué de tributar casi el 50% de los ingresos, ni cómo una mujer tiene que gozar de 9 meses de licencia para maternar. Lo que se discute hoy, a lo sumo, es “si puede cederle meses de licencia un miembro de la pareja al otro”.
El desarrollo tal vez sea eso: consensuar fuertemente aquellos temas básicos para que la dirección del barco no cambie abruptamente cada 4 u 8 años. No es posible llegar a un destino de progreso equitativo si un gobierno fabrica 1.200 escuelas y luego otro degrada a secretaría el ministerio de salud.
¿Será posible algún día crear consensos alrededor de nuestros grandes temas? ¿Será posible mantener una inversión en educación, salud, ciencia y tecnología, protección del aparato productivo, cuidado del medioambiente, acceso universal a viviendas dignas? ¿Será posible suscribir un acuerdo profundo de tutti mundi que nos blinde de aquellos gobernantes que quieran traicionar a su pueblo?
Hablando de traiciones. No debe haber en la historia reciente un momento más claro que esta pandemia. A pesar de que las 24 horas del día todos los medios de comunicación describen con lujo de detalles cómo el mundo sucumbe al coronavirus y cómo los estados están haciendo malabarismos para cuidar a su gente, algunos multimillonarios argentinos se niegan a pagar el tributo extraordinario a las grandes fortunas. Magnetto, el dueño de Clarín, Carlos Tévez, el ídolo de Boca son solo dos ejemplos de esta pseudo humanidad que ya prácticamente no tiene remedio. Ese aporte extraordinario es sólo una infinitesima porción de sus riquezas y sería para apuntalar las arcas de un país que está prácticamente quebrado.
¿Hay algún momento más claro de nuestra historia que este en donde se necesite ayuda de los más ricos? ¿Qué tipo de evidencia precisan algunos para negarse a colaborar y acompañar a un gobierno que mal o bien, hace lo que puede como tantos otros alrededor del planeta?
Volviendo a mi pregunta inicial ¿podremos alguna vez consensuar nuestra agenda de desarrollo para ir juntos como país hacia un destino que deje finalmente atrás el 42% de pobreza? ¿Cómo vamos a combatir nuestros flagelos históricos si hay gente que a pesar de este virus tsunami que nos está carcomiendo a todos, no es capaces de acompañar al conjunto? ¿Qué evento más cruento que esta pandemia necesitan algunos argentinos egoístas para ponerse en modo solidario?
Aún no pierdo las esperanzas.