En esta ocasión, continúo contándoles cómo podemos tener un cuerpo cómodo sin hacer locuras con nuestra salud y con nuestros hábitos. Para ello voy a comenzar a hablar de ciertos mitos sobre los nutrientes más importantes: los hidratos de carbono, las proteínas y las grasas.
Julieta Direnzo. Licenciada en Nutrición. UBA MN5955 MP1797.
Todos estos, fueron “atacados” por ser considerados los culpables o las causas del sobre peso y la obesidad en estos tiempos. Pero nada de eso es verdad. Les propongo a través de este espacio comenzar a desmitificar muchas cuestiones que rondan a la alimentación, con la intención de brindarles herramientas para relajar la cabeza de restricciones, que lejos están de cuidar nuestra salud.
Comenzamos hablando de los hidratos de carbono. Estos están contenidos en varios alimentos ya conocidos como harinas blancas e integrales, legumbres, papa, batata, choclo, frutas, lácteos, helados, etc.
Estos Macronutrientes son uno de los más importantes para nuestro cuerpo, ya que de ellos obtenemos la energía necesaria para poder mantener nuestras funciones vitales mínimas en acción y las actividades diarias que le pedimos realizar a nuestro cuerpo. Según los requerimientos de cada persona, el aporte diario ronda entre el 50 y 60% del total de las calorías diarias. Es por eso que gran parte de los alimentos disponibles en nuestro entorno los contienen, algunos en más, otros en menos.
Es decir, más de mitad de las calorías de nuestro día deben ingresar en forma de Hidratos de carbono para que nuestro cuerpo las gaste como energía. De lo contrario, al no consumir lo suficiente, nuestro cuerpo las ahorra: las guarda y las optimiza. Y por otro lado, al no incorporarse en las cantidades necesarias, los demás Macronutrientes como las proteínas y las grasas, no podrán cumplir correctamente sus funciones ya que deberán ser utilizadas en la función que más le importa a nuestro cuerpo, obtener energía.
Entonces se preguntaran qué pasa si dejo de consumirlas. Lo que sucede es que sí, efectivamente se baja de peso, pero esto ocurre porque justamente dejamos de consumir un grupo de alimentos (dejando de comer siempre se baja de peso, pero a corto plazo). A largo plazo, cuando volvemos a nuestra alimentación habitual, volvemos a consumirlas y se produce el conocido, efecto rebote.
En general, las harinas blancas se consumen asociadas a azúcar o a grasa por lo que al consumirlas en exceso, subimos de peso. Pero las harinas integrales tienen algo a favor, además de ayudarnos a mejorar nuestra motilidad intestinal, nos aportan la fibra necesaria para darnos saciedad a largo plazo.
En este punto aclaro que las que son sin gluten (específicamente elaboradas para las personas con patología celiaca) no sólo son harinas sino que no tienen fibra y esa última función no la cumplen por lo que no es una opción favorable a la hora de bajar de peso ya que no aportan la saciedad a largo plazo ni los beneficios de la fibra alimentaria.
Por lo que el resultado de todo esto es, menos salud, más grasa depositada en lugares que estéticamente no nos gusta y saludablemente nos afecta.
Por lo cual, no es la solución dejar de incorporar un nutriente tan importante sino consumirlo en las porciones adecuadas y bajo el nombre de los alimentos más saludables.
Mi recomendación, consumir hidratos de carbono saludables (harinas integrales, legumbres, frutas) la mayor parte del tiempo y las harinas blancas con frecuencia y en la porción justa. Para esto: comprar lo justo, servir por porciones en un plato y no prohibirlas.
Tener la certeza de que podemos comer lo que nos gusta nos permite controlar nuestra ingesta. Por el contrario, prohibirlas o limitarlas solo nos conduce al descontrol.
Los invito a seguir mis consejos sobre cambio de hábitos sin dietas extremas en @comerconciencia y la próxima semana en la columna semanal de @lanoticiaurbana 102.1