Desde el Archivo Literario Municipal, su director el Procurador Carlos Armando Costanzo realiza una interesante reseña de la Escuela Primaria N°4 “Manuel Villarino” -ubicada en Saavedra y Av. Villarino- en el marco de la reciente noticia de su reapertura para el ciclo lectivo 2019.-
El procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, es ex alumno del establecimiento, en los años 1965 (Primer grado inferior) y 1966 (Primer grado superior).
De acuerdo con lo informado, por las autoridades educativas del distrito, en el mes de febrero, del próximo año 2019, se llevará a cabo, la feliz y auspiciosa reapertura, de la Escuela primaria Nro. 4 “Manuel Villarino”, de nuestra ciudad; la cual, había cerrado sus puertas, a comienzos del año 2007, después de toda una sostenida y fecunda trayectoria pedagógica, de más de ciento treinta y ocho años, de una infatigable y valiosa labor, al entero servicio de la docencia y de la infancia chivilcoyana.
Sus lejanos e históricos orígenes, se remontan a los gloriosos tiempos fundacionales, poco antes del nacimiento de Chivilcoy, como centro de población, aquel memorable 22 de octubre de 1854. En efecto, la auténtica y profunda raíz educacional, de la Escuela primaria Nro. 4, surgió con la presencia, a comienzos de la década de 1850, de la abnegada e ilustre maestra, Doña Eustaquia Sánchez de Aramburu, quien poseía, en medio de la agreste y desolada llanura, de esta región geográfica del oeste bonaerense, un humilde y sencillo establecimiento de enseñanza, de carácter particular; impartiendo sus clases y lecciones, en un modesto rancho, al que siempre acudían, en búsqueda de la instrucción y el esclarecedor y beneficioso conocimiento, distintos habitantes, de dicha zona.
Hacia el año 1857, cuando Domingo Faustino Sarmiento, hubo de visitar a nuestra ciudad, en ocasión de la solemne y resonante inauguración, de la primitiva capilla del pueblo, se informó acerca, de la importante obra, de Doña Eustaquia Sánchez de Aramburu, e interesándose, espontánea y sinceramente, por su esforzada tarea, gratuita o “Ad Honorem”, logró que se le adjudicase, una justa y bien merecida remuneración pecuniaria.
Al organizarse el sistema educacional, bajo la órbita jurisdiccional de las comunas, el 1 de julio de 1868, la escuelita privada de Doña Eustaquia Sánchez de Aramburu – una de las singulares precursoras o pioneras, de la docencia chivilcoyana -, ingresó a la correspondiente esfera, de la Municipalidad de Chivilcoy, con el nombre de “Escuela Infantil”. Posteriormente, al transferirse el citado sistema educativo, desde los municipios, a la provincia de Buenos Aires, se le hubo de asignar el Nro. 4.
El destacado y prestigioso historiador, ingeniero Mauricio Birabent (1905 – 1982), en el capítulo III “La fundación y vida inicial”, de su recordado libro “El Pueblo de Sarmiento”, nos dice: “Antes de organizarse oficialmente la educación primaria en el partido, ya existía quien, más humildemente aún, pero no con menos eficacia, enseñaba a los niños y los grandes, los misterios de las primeras letras. Desde muy lejos, llegaban los educandos al rancho de Eustaquia Sánchez (1853), y allí, en un saloncito habilitado para escuela, los inocentes niños y los paisanos de rudos dedos, aprendían a trazar, unos tras otros, los signos del abecedario o los rasgos de los números.
Casóse Doña Eustaquia Sánchez con un vecino Aramburu, hijo de un colono, constituyendo el núcleo troncal de una tradicional familia chivilcoyana. La escuelita prosiguió funcionando, hasta que pasó a depender de la Municipalidad, siempre bajo la dirección de su fundadora”. En sus inicios, la Escuela Nro. 4, funcionó en un precario inmueble, hasta que, a principios del siglo XX, durante la gestión del caracterizado dirigente político, caudillo lugareño y ex intendente municipal, Don Vicente Domingo Loveira (1853 – 1933), se construyó su actual edificio, ubicado en la intersección de la avenida Villarino y la calle Saavedra.
El típico e inconfundible estilo arquitectónico, es muy similar a otras escuelas: La Nro. 3 “Dr. Nicolás Avellaneda”, la Nro. 8 “General Manuel Belgrano” y, la Nro. 18 “Dr. Mariano Moreno”, construidas y levantadas, en la misma época. En la parte superior, del frente, frontispicio o fachada, podemos observar una estatua, que simboliza la educación; magnífica realización escultórica, de apreciable hermosura artística. A la Escuela, se le impuso el honroso nombre de Don Manuel Villarino, en honor a la relevante figura, del insigne fundador de nuestra ciudad, autor del trazado o el diseño urbano; quien había nacido el 17 de junio de 1815, y falleció el 25 de enero de 1868, el mismo año en que, la dulce y candorosa escuelita privada , de Doña Eustaquia Sánchez, se transformara en pública, ingresando al ámbito de la Municipalidad local, con todo su bagaje de amor, encanto y ternura.
En 1882, la Escuela Nro. 4, se hallaba bajo la dirección de la educacionista, Soledad Martín, cumpliendo funciones de ayudante, la docente, Ángela Iraldi. El establecimiento, contaba con un total, de noventa y cuatro alumnos. En 1890, ejercían la docencia, en la citada Escuela, a la que concurrían, unos ciento doce alumnos, las educacionistas: Soledad Mateus, Juana Mateus, Clementina Castagnino y Dominga Báncora. Hacia 1899, en tanto, era directora del establecimiento, la docente, Juana Goullart, a quien secundabanlas maestras, Ubalda Laguens y Livia Celaya. En 1907, según la información suministrada, por la Guía Aramburú – amplio y completo panorama, de la ciudad y del partido de Chivilcoy, que editó el agente judicial y comercial, Justo Aramburú -, ejercía la dirección de la Escuela Nro. 4, la docente Indalecia Ramírez, desempeñándose como maestras, de primero y segundo grado, respectivamente, las educacionistas, Elena Caprile e Isabel F. de Ocampo.
A lo largo de más de ciento treinta y ocho años, de una fiel y perseverante actividad, por las aulas de la Escuela primaria Nro. 4 “Manuel Villarino, desfiló una cuantiosa y estimable cantidad de docentes y de alumnos, que enarbolaron, jornada tras jornada, la bandera del saber, el sentimiento de Patria, las hondas vivencias y emociones de la imborrable niñez y, sus mejores ilusiones, esperanzas y sueños.