Esta es una historia que muchos prefieren seguir invisibilizando. En 1980, la Fuerza Aérea había incorporado mujeres en sus filas y nosotras estábamos dentro como enfermeras. Cuando inició el conflicto bélico en el 82, hace 37 años, nos ordenaron ir. Allá fuimos, con el sentimiento de que estábamos recuperando un pedacito de nuestra tierra y de que era un orgullo formar parte de esa gesta. Sin embargo, ninguna de las mujeres arribamos a las Malvinas, porque nos reubicaron en Comodoro Rivadavia para asistir a los heridos que irían llegando.
Recuerdo que éramos 14 enfermeras de la Fuerza Aérea, todas muy jovencitas entre 22 y 24 años, con miedo y con muy poca experiencia en la profesión. Imposible olvidar lo que nos contaba la mayoría de los chicos: “Vengo a recuperarme y vuelvo a la Isla”. Pasaban hambre y frío, pero querían regresar porque tenían a sus hermanos en las trincheras. Durante las madrugadas llegaban los heridos con un gran dolor físico, es cierto, pero sobre todo a los soldados les dolía el alma. Entonces, también hacíamos de madres, de hermanas, de psicólogas, porque al deseo de recuperar Malvinas se le mezclaba la desesperación que tenían por retornar a sus hogares.
Todavía hoy escucho el único grito que retumbaba en los pasillos: “Mamá, mamá, mamá”.
Las mujeres estuvimos codo a codo con los hombres en todo momento de la historia. Ni adelante ni atrás: a la par. Así sucedió en el 82, porque dudo que los combatientes pudieran abrir la panza de un compañero para curarlo, así como yo no hubiese podido volar un avión. Sin embargo, tenemos una cultura que niega a las mujeres y que buscó borrar nuestra identidad de la historia. De hecho, ningún gobierno nos recibió ni nos escuchó. Y menos aún recibimos una pensión, luego de que el gobierno menemista implementara la Regla de las Millas, que implicaba que quien no cruzara determinada cantidad de millas no era reconocido como veterano.
Pero no pudieron relegarnos: acá estamos, recordando, gritando, visibilizándonos.
Hoy, 2 de abril, y cada día del año, me pregunto si el olvido y el silencio no son formas de violencia. Porque si no se comprende que nuestra democracia se consolidó con la sangre de los pibes, se desconoce en realidad el significado de soberanía. Por eso le pido a la sociedad que cuando vean a un veterano, y cuando vean a una veterana también, nos hablen, no nos ignoren, porque escucharnos representa una contención vital que el pueblo todavía puede brindarnos.
Malvinas es de todos. Malvinas es de todas.
No debemos olvidarnos.