[9 de Julio] Acto Oficial: Texto compartido por el Dr. Adrián Vila -Secretario de Cultura y Educación del Municipio de Chivilcoy

julio 9, 2019

Entre 1810 y 1820 hubo varios proyectos de crear un reino independiente, con autoridades condicionadas por una Constitución al estilo de la impuesta en España en 1812 por el movimiento liberal. Los distintos proyectos debieron su existencia a las distintas familias reales que operaban en la época en la región y que propugnaban por el establecimiento de una dinastía española o una portuguesa o una incaica o francesa.

Mientras España estaba dominada por la ocupación napoleónica, en las Provincias Unidas se fortaleció la Junta de Gobierno. Pero, en los grupos patrióticos se daba una fuerte puja entre quienes proponían un retorno al gobierno de la Corona de España y quienes proponían un gobierno que tomara como base las luchas en distintos lugares de la región (como la independencia de EE.UU. en 1776, la lucha de los esclavos haitianos de Toussaint L´Ouverture, los movimientos “criollistas” que se venían desarrollando desde México hasta el Río de la Plata desde principios del siglo XVII en función de la pérdida de derechos políticos de los criollos americanos en manos de los europeos peninsulares por decisión de la Casa de Borbón).

A esto, se sumaba la influencia cultural de distintas experiencias que formaron un cierto “efecto cultural” de la época:
– La revolución francesa; las ideas de igualdad entre criollos y españoles promovidas por Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria, las ideas de Francisco Miranda. Y, como eje articulador importante en la escala local, el surgimiento de una primigenia noción identitaria resultante del rechazo a las invasiones inglesas y la conformación de una fuerza militar local. La formación del Congreso de los Pueblos Libres de José Artigas en 1815 ya había proclamado la independencia de todo poder extranjero.

Todo esto, confluyó en la formación de una opinión pública que impulsaba las ideas de libertad de la región.

Así, en julio de 1816 las provincias convocadas y reunidas en Tucumán presentaron un proyecto que, además de declarar la Independencia, proponía:
– Comunicarse con todas las provincias para insistir en la necesidad de unión y así enfrentar al enemigo externo.
– Discutir la forma de gobierno más conveniente para las Provincias Unidas.
– Elaborar un proyecto de Constitución.
– Preparar un plan para apoyar y sostener la guerra en defensa propia, proveyendo de armamentos a los ejércitos patriotas.

Ahora bien, en julio de 1816 no se declara “la independencia argentina”, ni la de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sino la independencia de “las Provincias Unidas en Sud América”. Así, seis años después del mayo de 1810, el Congreso de Tucumán concreta la ruptura con España (la bandera española seguía flameando en el fuerte, todavía).

 

Esta idea de “independencia” es un valor que, pese al paso de los años y de los procesos sociales, culturales y políticos, ha ido sosteniéndose en parte y reescribiéndose en otras. Hace unos años nos preguntábamos:
¿Qué significa ser independientes hoy?
¿Tomamos en cuenta el impacto de la globalización económica y cultural y la circulación de formas de vida que, mayoritariamente, tienen un solo sentido de flujo: Norte-Sur?
¿El papel neocolonial de los organismos internacionales?
¿La penetración de las marcas y tecnologías globales en nuestra vida cotidiana?

 

Sabemos que no hay nación que consolide su independencia de manera definitiva. Eso, también, es la Historia: la descripción de los ciclos, momentos y tensiones a la que están sometidos las instituciones y las personas. También sabemos que la idea de nuestros padres fundadores de formar una nación democrática y soberana sigue inconclusa, interpelándonos en el día a día.

Promover formas de participación democrática; administrar el Estado (en todos sus niveles) de manera honesta y transparente; desarrollar los recursos necesarios para evitar el dolor en miles de compatriotas que necesitan de la acción del Estado y la sociedad para acceder a una vida más humana; generar estrategias para incluir a las grandes mayorías sociales en la vida social, todo esto también es construir independencia.

Borges decía…

[…] “Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.

Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago, Su olvido).
Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
ese límpido fuego misterioso.”

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